Porque la izquierda no es lo que dice ser – Gabriela Vergara Vázquez

Porque la izquierda no es lo que dice ser – Gabriela Vergara Vázquez

Gabriela Vergara Vazquez
Asu, 19/05/2019

Me consideré y me llamé a mi misma de izquierda hasta los 27 años de edad. Como miles de jóvenes idealistas, con ganas de que el mundo sea un lugar mejor, creí que la izquierda era la alternativa durante cerca de 10 años. Apoyé a un partido del Frente Guasu, estudie y practiqué psicología social comunitaria en campo, trabajé con población gay y trans y estuve en dos tomas de la Facultad de Filosofía -UNA contra la Corrupción. Con el tiempo y ver las múltiples contradicciones de la izquierda, me percaté de que yo sigo teniendo los mismos ideales, pero no podía seguirme llamando de izquierda, porque entendí las diferencias entre lo que yo pensaba que es la izquierda y lo que realmente es. 

No me arrepiento ni mucho menos me avergüenzo, pero lo que voy a exponer a continuación puede ser útil para que muchos jóvenes se ahorren años de malas experiencias en sitios equivocados. 

Creía que el pensamiento izquierdista busca un respeto irrestricto a lo natural, tradicional y autóctono y auténtico de cada comunidad, equilibrando con lo individual. Que respetaba los valores familiares, tradicionales, religiosos, etc. de cada grupo humano y los preservaba de invasiones ideológicas y culturales, por considerarlas colonialismo. En clases de psicología social – comunitaria, recuerdo que la máxima amenaza posible era pensar que con dinero extranjero alguien viniera a diseñar proyectos a su medida e intereses. El sueño era que la comunidad (sea del tipo que sea), pueda decidir grupalmente cuáles son sus prioridades y organizarse para soluciones en conjunto (obras comunitarias, escuelas barriales, grupos de ayuda mutua, organización económica agrícola, etc) siempre acorde a su autonomía, identidad y valores. 

Muy lejos de eso, resulta que con dinero de empresas y países extranjeros como Unión Europea e IPPF, a través de ONG’s la izquierda busca rediseñar absolutamente todo según cánones políticamente correctos, volverlo todo “inclusive”, no respeta los modos más básicos de organización humana como la familia tradicional, desdeña las creencias tradicionales y el impulso más fundamental del ser humano que es cuidar la vida de sus hijos y dedicarse a los suyos.

Creí que buscaban trabajar sobre las causas psicosociales de los problemas, incluyendo la maternidad no planificada, pero lo único que buscan es “aborto legal seguro y gratuito”.  El feminismo obliga a las mujeres a pensar de una determinada manera, a apoyar leyes de aborto y paridad,  y desprecia a todo aquel que defiende lo que su sentido común le dice. 
En síntesis: Busca rediseñarlo todo en lugar de respetar y conservar. La izquierda no es anticolonialista y autonomista, sino profundamente colonialista e irrespetuosa de la libertad de los individuos, colectivos y pueblos, con dinero de las grandes potencias. 

Creí que en lo referente al tema GLBTetcetc y Género, la izquierda buscaba la convivencia armónica entre personas cualquiera sea su condición. Creí que realmente buscaba que mujeres, gays, trans, (todos los que ahora son utilizados por la dictadura de lo políticamente correcto), dejen de creerse menos que otros, que superen cualquier complejo social y crean en sí mismos. Creí que respetaban a los heterosexuales, hombres, mujeres que eligen ser madres y esposas, a la familia, así como esperan respeto. Creí que la teoría de género era una posible explicación más entre múltiples posibles de la sexualidad humana, hasta que me di cuenta que buscan imponerla como pensamiento único confundiendo a los niños sobre su sexualidad desde el jardín de infantes 

Pensé que buscaban que todos realmente nos olvidemos de la sexualidad de alguien porque vemos a esa persona y su valor intrínseco como ser humano. En lugar de eso, hace que la gente ande con un cartel en la cabeza que pide privilegios, muerte al macho y trato políticamente correcto por ser mujeres, gays o transexuales. Reduce al individuo a su sexualidad, y encima exige al resto de la población a pensar de la misma manera. No se puede señalar ningún tipo de error a un gay o trans porque es “transfobia” ¿Y el trato igualitario donde queda? Genera un batallón de gente acomplejada, pendiente de la opinión ajena, con baja tolerancia a la frustración, lista a ofenderse por la menor mirada que les desagrade. Y nuevamente, de esto son víctima justamente los más vulnerables. No busca el bienestar de nadie, realmente utiliza y busca destruir a los colectivos que dice defender. 

Creía que la izquierda busca que comunidades pobres como cinturones de pobreza urbanos o comunidades rurales aisladas, a través de recursos propios y organización inteligente, encuentre nuevas maneras de florecer en conjunto, vea oportunidades donde no vio antes, apoyándose mutuamente, cooperando, activando el pequeño y mediano comercio, creyendo en sí mismos y en su potencial tanto individual como grupal para salir adelante sin que nadie pueda decirles que son menos que otros, o que son esclavos de su destino. Creí que se trataba de superar la indefensión aprendida, creí que el pensamiento izquierdista apuntaba a herramientas para salir de la indignidad sin olvidar la identidad. Creí que si las personas identificaban en este camino gente que cree que con dinero puede comprar lo que sea, puntualmente a esas personas hacerles saber que el propio derecho al desarrollo se iba a defender hasta las últimas consecuencias. Que con educación y conciencia la gente aprendería quién se interpone realmente y aprendería a hacer frente sin miedo a los que expanden injusticia por el mundo: a los que se adueñan rápidamente de todo a su paso sin pensar en el impacto ambiental, los explotadores laborales, a las prácticas económicas sin ética, a los que compran a la justicia y al estado, a los que compran todo un país al tener oligopolios empresariales y eliminan la posibilidad de libre competencia, a los que entran en política por su propio beneficio, a los que tienen tierras mal habidas, a los que criminalizan a todos los campesinos, a los que roban al estado, a los que eliminan la libre expresión al comprar todos los medios de comunicación a su alcance. 

En lugar de eso, la izquierda enfrenta sin ton ni son al rico con el pobre, enseña a odiar el progreso y ensalzar la pobreza como sinónimo de “lucha”. Utiliza a campesinos para fines políticos sin importarles realmente su progreso, enseña que el estado debe regalártelo todo, que el progreso es “capitalismo salvaje”, que vender algo te hace “neoliberal”. Si una comunidad indígena sale adelante vendiendo artesanía, es porque “fueron programados por la sociedad capitalista”. Te dice que como “históricamente fuiste marginado” ahora debe haber “reparación histórica” y todo tipo de privilegios. No cree en el potencial de salir delante de nadie, mucho menos de las mujeres ni de ninguno de los colectivos minoritarios que dicen defender. Producen ejércitos de gente resentida que se cree tan inútil que el estado debe regalártelo todo, incluso lugares en el congreso. Son los primeros en eliminar toda posibilidad de equidad social, de condiciones igualitarias de progreso, la izquierda es la primera en eliminar la libertad de expresión y de disenso con la dictadura de lo políticamente correcto. 

En lo político, fui de izquierda porque creí que la izquierda era el cambio. Creí que con Lugo  en el 2008 que por fin se iba a dar un respiro de la rancia politiquería enquistada desde la época de Stroessner. Mi padre y mi abuelo fueron perseguidos por la dictadura Stronista, y realmente pensé que en el 2008 por fin se daría el corte definitivo con esa época oscura y se avanzaría hacia una mayor transparencia, meritocracia, participación de la ciudadanía. 

La izquierda demostró ser en el poder igual o peor que lo que decía venir a cambiar y cuando prometés ser el cambio, tus pecados son el doble de graves. Replicaron las prácticas de prebendarismo, clientelismo, cúpulas a las que no les interesa el pueblo ni sus representados sino imponer su visión de acuerdo a sus intereses. Robaron igual o más, pero ahora escudándose en que “los demás lo hacen, nosotros lo hacemos por la causa”. Su “inclusión” únicamente es con el feminismo de género y lo GLBTI. El resto del pueblo: que se joda. Hoy estamos en una situación tal que tenemos que elegir entre corruptos o la dictadura GLBTI y de género en lugares estratégicos de poder.
¿Y el cambio real, para cuándo? 

Para colmo, cuando entendí que la base del pensamiento izquierdista es el estatismo y desalentar los emprendimientos, el combo se completó. Generalizan todo el comercio, satanizan el comprar y vender metiendo en la misma bolsa a justos e injustos. Son capaces de ahogar con impuestos a los pequeños y medianos productores. Si creen que una práctica comercial o industrial no es ética o depreda el medio ambiente, su única solución es: aumentar impuestos. Olvidan por completo el papel de la justicia individual en pos de una justicia colectiva irracional, desmedida, que solo provoca eternos enfrentamientos estériles.

Creí que la izquierda apuntaba a proteger los intereses del país, solucionar los problemas particulares de cada región con medidas adecuadas al caso, a defender el derecho de un país a prosperar gracias a sus propios recursos naturales y defenderse de los grandes oligopolios poderosos que creen que tienen derecho a dilapidarlo todo sin control alguno. Creí que la izquierda veía al Estado como alguien que pueda limpiar la cancha para que inicie un juego limpio, pero lo ve como un padre omnipresente para solucionarlo todo, todo el tiempo, con dinero de los contribuyentes. 

Creí que el izquierdismo se trataba del poder del pueblo llano versus el poder del dinero obtenido con ambición desmesurada y prácticas empresariales poco éticas con el ser humano y el ambiente, capaz de comprar justicia, medios, conciencias, gobierno. Siempre me puse y me pondré del lado de la gente, del sencillo, del trabajador, del honrado, de quien realmente es víctima de injusticias. El izquierdismo dice hacer esto, pero lo hace de manera fanática e irracional, buscando enfrentar todos contra todos sin hallar soluciones, generalizando sin importarle quién es inocente y quién es culpable, con dinero del extranjero para imponer su agenda. Inventa víctimas mientras se olvida de las verdaderas víctimas, inventa problemas mientras se olvida de los verdaderos problemas. 

El pensamiento izquierdista busca instalar en serie fórmulas prefabricadas del marxismo económico, fallido donde se aplicó, sin importar las circunstancias y los problemas particulares. El pensamiento izquierdista es totalitario, irrespetuoso al disenso, paternalista, pierde totalmente al individuo en medio de un colectivo siempre víctima, siempre resentido, no busca soluciones reales, no ve el problema que tiene enfrente sino que crea problemas imaginarios, tiene mal ubicadas las prioridades sociales, da más valor a la vida de los animales que de los niños por nacer. 
Y no, la sensibilidad social, la empatía y la justicia no son propiedad de la izquierda más que en el discurso, y lo dice alguien que siempre buscó éstos valores y, créanme, si bien podemos decir que la vieja derecha es culpable de miles de injusticias y sometimientos, la izquierda no es ni será la solución. 

Debe producirse un auténtico cambio desde la conciencia, desde el discernimiento, desde el despertar y la participación de la ciudadanía. Apostar por la transparencia estatal pero con valores, que cambio no se vuelva  sinónimo de dictadura de género. Apostar a condiciones equitativas, no igualitarias. A limpiar la cancha para un juego limpio, con ética, valores y principios. El auténtico cambio viene de adentro de cada uno, y no podemos exigir en un gobierno valores que no están en cada uno de nosotros, y que democracia realmente signifique lo que dice significar “poder del pueblo”, antes que nos arrepintamos de ella.