El escándalo de Planned Parenthood

El escándalo de Planned Parenthood

«Se evidencia que Planned no solo cobra por los abortos realizados, sino que trafica con órganos extraídos de los cuerpos de las criaturas abortadas…»

Poco o nada se ha hablado en los medios nacionales del escándalo en que está envuelta Planned Parenthood, una multinacional con sede en Estados Unidos, especializada en la provisión de servicios de aborto y con más de 700 clínicas en todo el país. El CMP, Center for Medical Progress, una organización provida, ha comenzado a difundir videos en los que se evidencia que Planned no solo cobra por los abortos realizados, sino que trafica con órganos extraídos de los cuerpos de las criaturas abortadas.

En el primer video se puede ver a la doctora Deborah Nucatola, directora de Servicios Médicos de la institución, atendiendo a unos supuestos agentes de una empresa interesada en tejido fetal, que en realidad eran investigadores del CMP. La doctora les informa que Planned Parenthood puede ofrecer no solo tejidos, sino órganos completos, para lo cual es menester practicar el aborto de un modo que permite obtener el cuerpo del feto lo más entero posible. Es muy expresiva en sus afirmaciones: «nos hemos vuelto muy buenos -dice- en sacar corazón, pulmón, hígado, porque sabemos eso, así que no voy a aplastar esa parte, voy básicamente a aplastar más abajo, voy a aplastar más encima, y voy a ver si puedo tenerlo todo intacto».

Estas revelaciones han causado estupor en la sociedad estadounidense, teniendo en cuenta que la multinacional del aborto recibe cuantiosos fondos públicos. La presidenta de Planned, Cecile Richards, no negó las declaraciones de Nucatola, aunque pidió disculpas por el tono «poco compasivo» utilizado. Admitió que su institución entrega «tejido fetal» producto de abortos a centros de investigación, pero dijo que se trata de donaciones y no de ventas: «Esto en realidad es loable, que las mujeres y sus familias opten por hacer donaciones de tejido fetal para potencialmente salvar las vidas de otras personas», apuntó. Las cantidades de dinero solicitadas serían solo para «compensar gastos».

Seguramente, Richards no se esperaba que el CMP tuviera una batería de videos, que ha ido haciendo públicos uno tras otro. En el quinto, la ex directora de una de las clínicas de Planned confiesa que su sede conseguía más de 120 mil dólares mensuales vendiendo partes de fetos abortados. Una vez liberados los videos números 7 y 8 con revelaciones de funcionarios de una de las empresas que reciben los «productos» provistos por Planned Parenthood, el sábado pasado miles de personas protestaron en más de 300 ciudades de los Estados Unidos. Entre tanto, se han iniciado investigaciones en el Congreso y ya son cinco estados (Alabama, New Hampshire, Louisiana, Arkansas y Utah) los que han decidido cortar el aporte de recursos a la cuestionada institución.

Estos hechos tienen relevancia para la discusión sobre el aborto en Chile, por al menos dos razones, una más contingente y otra más de fondo. La más contingente tiene que ver con que dos entidades chilenas operan como filiales de Planned Parenthood International: Aprofa y Miles Chile. Ambas han promovido intensamente el proyecto de legalización de la «interrupción del embarazo», sin ocultar que en su opinión la aprobación en tres causales es solo un primer paso para consagrar el aborto a sola petición de la madre. Sería bueno saber si aprueban la conducta de su matriz internacional y si en sus actividades futuras también contemplan la instalación de clínicas que, además de prestar servicios de aborto, proveerán de órganos o tejidos fetales.

El escándalo de Planned Parenthood nos sirve, además, para comprender que lo que está proponiendo la Presidenta Bachelet y que la Cámara de Diputados deberá votar próximamente no es el aborto para casos dramáticos y excepcionales, sino el quiebre de un principio fundamental en un Estado Democrático de Derecho: el de la intangibilidad incondicional de la vida de todo ser humano. Roto ese principio se emprende un camino que puede conducir a los horrores de la más retrógrada barbarie.