Castración y mutilación en la identidad de género

Castración y mutilación en la identidad de género

En el intento de cumplir con la agenda de no discriminación de las minorías sexuales comandada por la ONU, el gobierno chileno actual y el candidato Alejandro Guillier pretenden la promulgación de los proyectos de ley sobre el derecho de identidad de género y la modificación de la ley general de educación número 20.370, para inducir a los niños en reconocer su identidad de género y la aceptación de la diversidad de género desde el nivel parvulario.

En las anteriores columnas comenté las severas incongruencias de las reformas propuestas al Congreso que bordean la frontera de la perversión sexual de menores y el beneficiar casos de pedofilia. En la actual columna comento otra grave transgresión de los derechos humanos relacionada con el cambio de sexo y las consecuencias de la identidad de género en los niños.

Grave situación enfrenta Chile debido a que algunos políticos quieren normalizar un conflicto de identidad sexual, creyendo que la solución es la extirpación quirúrgica de los genitales de quien lo solicita. Primeramente debo insistir sobre la definición de género, la cual no tiene respaldo científico. Las evidencias acumuladas demuestran que el ser humano es sexuado. Tanto el hombre como la mujer presentan diferencias anatómicas en sus órganos sexuales, en sus cerebros y en su dinámica hormonal. Sin embargo, la ONU y algunos gobiernos extranjeros insisten en distorsionar la naturaleza sexuada humana a través de la “identidad de género”, que concibe el ser hombre y el ser mujer como construcciones sociales impuestas por la hegemonía patriarcal y heterosexual.

El gobierno actual ya se sumó al movimiento internacional. Quiere avalar la intervención quirúrgica de modificación y cambio de sexo como una solución efectiva, para quienes sufren el conflicto de identidad sexual. Sin embargo, dicha práctica médica es un modelo experimental aún bajo debate científico. Si bien el lobby LGBTI ha popularizado casos exitosos de castración genital, en los cuales pacientes lograron un alivio del conflicto entre quién se sienten ser internamente y su sexo de nacimiento, también es cierto la existencia de personas arrepentidas de dicha decisión con consecuencias irreversibles y de un aumento de suicidio en quienes se han sometido a este tipo de tratamientos.

Adicionalmente, el cambio de sexo es indiscutiblemente un acto de castración de los genitales acompañado de la mutilación de los pechos –en el caso de mujeres– para lograr una semejanza física con el sexo opuesto. Conjuntamente, el tratamiento artificioso con hormonas hace que la persona sea fármaco-dependiente para asimilarse lo más posible al prototipo sexual anhelado. En Chile, la extirpación de los genitales se contrapone con los artículos 395 y 396 del Código Penal que establecen como actos delictuales a la castración y la mutilación con las respectivas condenas.

Si ya es cuestionable éticamente este tipo de tratamientos médicos sobre personas adultas, quienes son sometidas voluntariamente a la castración y mutilación acompañadas de tratamiento hormonal, más anti-ético se torna cuando la identidad de género se quiere incluir en el currículo educacional desde el nivel parvulario.

Las consecuencias de inducir la identidad de género a infantes que no tienen un criterio formado, pues no presentan la madurez psico-biológica para cuestionar su sexualidad de nacimiento y definir sus inclinaciones sexuales son un abuso y corrupción de menores. Forzar a los niños a experimentar la diversidad sexual mediante el uso de técnicas y prácticas de feminización de niños y masculinización de niñas en los colegios solo puede derivar en devastadoras consecuencias.

El trágico final de Bruce Reimer –el niño que, por la pérdida de su pene en una cirugía, fue cambiado de sexo y criado como una niña– y su familia de origen es un ejemplo de este tenor. Asimismo, el aumento exponencial de la demanda de atención de niños en las clínicas de género por confusión y cambio de la identidad sexual en Suecia e Inglaterra ha sido en gran parte facilitado por impartir en los colegios esta visión distorsionada de que un conflicto de identidad sexual es algo normal.

Finalmente, el impedir que el proyecto de ley de identidad de género y la reforma a la ley de educación sean promulgadas dependerá de que Ud., manifieste su desacuerdo explícitamente y vote por el presidenciable que al menos no lidera estas políticas.

Tamara Rojas Weisser

 Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Muro, www.elmuro.cl