14 Ago Abortistas y mortinatos.
Gonzalo Rojas S.
Bien lo expresó la Subsecretaria de Derechos Humanos, Lorena Recabarren: “Lo que hace este proyecto es muy simbólico, es muy reparador, en términos del duelo gestacional que sufren los padres, al visibilizar un proceso tan doloroso como es perder a un hijo durante el embarazo y permitirles que, si así lo deciden, puedan darle sepultura de manera individualizada”.
¿Por qué una ex ministra, militante del Partido Comunista, se empeñó a fondo -llamando personalmente a muchos parlamentarios de la ex Nueva Mayoría- para que no votaran a favor del proyecto de ley que autoriza el Catastro Nacional de Mortinatos?
Muy simple. Hasta ahora, cada niño que fallecía durante la gestación no podía ser debidamente sepultado con una identificación personal y familiar, a pesar de que justamente la mujer que lo llevaba en su seno -y muchísimas veces, toda una familia- ya le había puesto nombre, ya lo quería como la niña o el niño que efectivamente vivía dentro del vientre materno. La antigua situación legal facilitaba mucho el argumento de los abortistas y de los anti natalistas: “si no puede haber una tumba con su nombre, es porque todavía no es una persona humana y, por lo tanto, igual cosa sucede con todos los conjuntos de células en gestación”.
Por eso, la ex ministra comunista entendió de inmediato que lo que estaba en juego con la aprobación del catastro nacional era el reconocimiento a la vida humana durante todo el proceso del embarazo, ya que nadie pretende que al cortarse la uñas se tenga derecho a enterrarlas bajo denominación personalizada. Sólo se plantea esa legítima facultad -ese mínimo consuelo- respecto del niño muerto durante la gestación. La aprobación del proyecto -como efectivamente sucedió- debilitará ciertamente la posición abortista.
No cabe duda que habrá quienes argumentarán afirmando que en ambos casos -Catastro de mortinatos y aborto- hay una voluntad en común, la de la madre que decide sobre “el producto” en su cuerpo. Pero es obvio que si se ha querido proteger la dignidad del fallecido permitiendo que se lo identifique, con mayor razón se debe proteger la dignidad del que sigue vivo, permitiendo que nazca. Qué absurdo sería argumentar que reconocer al muerto el derecho a un nombre permite al mismo tiempo matar al que vive.
¿Y entonces, porqué tantos parlamentarios partidarios del aborto le dieron su apoyo al proyecto? Ha sido vox populi, lo han confesado en diversas instancias: tenían por delante a muchas mujeres dolientes, cuyas vidas de sufrimiento por la pérdida del hijo deseado les resultó irresistible. No estaban dispuestos a cargar con la lacra de acentuar ese sufrimiento perceptible en las caras de esas madres. Pero a los niños en gestación, desgraciadamente, no los ven. Ya lo dijo Joseph Ratzinger: “en el caso del aborto, uno no ve la cara del que va a ser condenado a no ver jamás la luz del día”.